ANTONIO SÁNCHEZ POMARES

 

Siempre he pensado que había tres rasgos esenciales en la personalidad de mi padre, el primer ilicitano que hizo del periodismo su profesión: el espíritu de superación, el amor a su pueblo y el talante afectuoso y conciliador. Siempre me han parecido ejemplares no sólo para nosotros, sus hijos, sino también para toda la comunidad.

No querría naufragar en los engañosos mares del sentimentalismo y la idealización. Apoyo mis recuerdos –y mi reflexión- en la lectura de notas de aquella época, artículos publicados, cartas, opiniones de ilicitanos ilustres de uno y otro signo. Quiero responder sinceramente a la pregunta: ¿tiene vigencia ese valor modélico en la España actual?

Antonio Sánchez Pomares nació el 6 de octubre de 1908 en el barrio de El Raval de Elche, en el seno de una familia de limitados recursos económicos. Cuando en mis labores de enseñante veo a tantos jóvenes de nuestra pródiga sociedad manifestar un desinterés absoluto por estudiar –y a veces también por trabajar– no puedo dejar de recordar la decisión que tomó mi padre a los trece años –agravada la estrechez de la familia por la muerte del padre- de marchar al Seminario de Orihuela para pagarse los estudios trabajando de peluquero.

De regreso a Elche, y atraído por las letras, se puso a las órdenes de quien había sido su maestro de escuela, don José Pascual Urbán, que dirigía el semanario La Defensa, de ideología conservadora. Más tarde, ya en la República, se afirma su vocación periodística y llega a dirigir el semanario El Eco. Inicia entonces los estudios de Magisterio en Alicante que, interrumpidos por la guerra, no termina hasta 1940. Realiza también estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde quedó inscrito como titulado en 1943. Desde entonces –y hasta su jubilación en 1974– es el periodista de Información en Elche, labor diaria que simultanea con frecuentes colaboraciones en otros medios periodísticos de Madrid y Barcelona –Pueblo, El Noticiero Universal, El Mundo Deportivo, Tele Exprés, Agencia EFE–. Durante treinta años escribe, pues, con pluma feraz la crónica de una ciudad de la que le recuerdo enamorado. Y en la médula de esta crónica, vibraban siempre las páginas sobre nuestro Palmeral y nuestro Misterio.

Miguel Ors, nuestro historiador local y profesor de Historia del Periodismo en la Universidad Miguel Hernández cuenta cómo le sorprendía de joven el estilo de mi padre, que veía "entroncado con el periodismo vivo y recto del primer tercio del siglo". Pero, como dice también, "lo que nunca terminaremos de agradecerle fue Festa d´Elx", la revista que dirigió durante veinticinco años –desde sus comienzos, en el 43, hasta el 67– y para la que consiguió colaboraciones de escritores tan importantes como Eugenio d´Ors, Gregorio Marañón, Joan Fuster, V. A. Estellés –de estos dos últimos, en valenciano–, Gerardo Diego, Pemán, García Sanchiz, Díaz Plaja, Alfredo Marqueríe y Sanchís Guarner. También de artistas insignes como Salvador Dalí y Gregorio Prieto, que le mandaron artículos e ilustraciones sobre la Festa. Eran tiempos esteparios, y Elche no tenía entonces el peso que tiene ahora; fácil es comprender que sacar adelante el proyecto sólo fue posible a caballo del entusiasmo apasionado.

Después del 67 la revista atravesó un periodo de decadencia del que no resurgió hasta la llegada de la democracia, cuando la cabecera pasó a ser propiedad del Ayuntamiento. Cabe señalar que el número de 1985 fue dedicado a Antonio Sánchez y se compuso con una antología de los artículos publicados en la época en que la dirigió, con prólogo de Rodríguez Maciá.

Consultando el archivo familiar, repaso títulos y distinciones que recibió mi padre: Miembro de Honor de la Academia de Aviñón en 1953, Miembro de la Academia de Cultura Valenciana en 1961, Insignia de oro y brillantes del Elche C.F. en 1974, Caballero Portaestandarte del Misteri en 1983; Mangrana del Patrimonio Histórico Artístico d´Elig en 1984, premio compartido con Pedro Amat, rector de la Universidad de Salamanca; medalla a los valores ilicitanos entregada por Su Majestad la Reina Doña Sofía en su visita a la ciudad en 1985. Pero, pueden creerme, el premio del que se sintió más orgulloso mi padre en vida fue el cariño que le dispensaron todos cuantos le conocieron.

El economista y escritor Gerardo Irles escribió una vez que Antonio Sánchez le parecía un personaje como salido de una edición en papel de biblia de la obra de Gabriel Miró. ¿Era capaz ese personaje de conseguir el milagro de la empatía con todos sus conciudadanos? Releo las notas del homenaje que le tributó la ciudad en el momento de su jubilación en 1974. El Alcalde le entregó una placa conmemorativa en una cena celebrada en el Huerto del Cura a la que asistieron más de trescientas personas.

Repaso las crónicas publicadas cuando falleció en 1986. La prensa titula: "Todo Elche despidió a Sánchez Pomares". En Información se recogen las declaraciones a la salida del funeral de Ramón Pastor, un alcalde de muy distinto signo político al del anterior, y de su concejal de cultura, Manuel Rodríguez Maciá, que después le sucedió en el cargo. Los dos hablan del carácter singular de Antonio Sánchez, que le había hecho querido y admirado por todos los ilicitanos. Busco en la prensa de la competencia y siento agradecimiento de nuevo por las sentidas palabras de Gómez Orts, el ilustre periodista ilicitano: "Ha muerto nuestro decano, nuestro maestro, el hombre de cuya fuente periodística hemos bebido quienes a través de los años intentamos seguir sus pasos, emular su gran labor en pro de este Elche que tan entrañablemente querido era para el llorado Antonio".

Creo entender mejor que nunca a mi padre. Él había escrito en una ocasión: "El amor a la patria, a Europa y al mundo, ha de comenzar con el amor sentido a las callejuelas donde uno nació, para ir ampliándolo a círculos cada vez mayores, hasta sentir en un abrazo universal a todo el género humano. El día que yo no escriba con el corazón, tiraré la pluma al basurero". ¿Qué puedo añadir yo? Sólo esto: mi madre, Adela Súcar, estaba en la entraña del sentimiento.

En una España tan cainita, de discusión tan hosca y enconada, no dudo en responder que sí a la pregunta del principio. Más allá de circunstancias históricas, de diferencias políticas, el espíritu integrador de este periodista, su ejemplo de moderación, su defensa empecinada de nuestras señas de identidad ilicitana, de nuestro Patrimonio, la palabra que no ha de helarte el corazón sino vivificarlo; es, pienso, lo que tiene de actual –y lo tendrá siempre– la figura de Antonio Sánchez Pomares.

Beltrán Sánchez Súcar