RAFAEL RAMOS CEA

 

La figura de Rafael Ramos Cea permanecerá unida en la historia a la Venida de la Virgen, no en vano, durante más de diez años (1989-1999) fue su presidente, y durante su mandato volcó toda su ilusión en lograr que estas fiestas tan ilicitanas, tan nuestras, tanto de los que han nacido y viven aquí como los de aquellos a los que va destinada esta revista, que añoran desde la distancia todo lo que ocurre en su Elche natal, recuperan su esplendor y logró llevarlas a unas cotas insospechadas. Fue él quien hizo realidad un anhelo que todos los componentes de su junta directiva, con él a la cabeza, pretendían. Rafael Ramos fue el presidente de la Venida que instituyó la celebración del Ilicitano Ausente para recordar, en las fechas en la que se conmemora el hallazgo del arca con la imagen de la Virgen de la Asunción, a todos aquellos que por vicisitudes de la vida tuvieron que establecerse en otro lugar, pero que llevan el nombre de Elche profundamente enraizado. Además, con anterioridad a ocupar la presidencia, Rafael Ramos fue el pregonero de las fiestas de la Venida en 1976 y desde el siguiente año y hasta que ocupó el máximo cargo de la entidad integró como asesor jurídico la junta directiva de la Sociedad. Su labor será muy recordada, y con el paso de los años todavía alcanzará un mayor mérito.

Pero su presidencia en la Venida de la Virgen no fue más que un reflejo de toda su dedicación por recuperar y enaltecer las señas de identidad ilicitanas a las que estuvo durante su vida muy ligado. Presidiendo José Fernández Cruz la Junta Local Gestora del Patronato del Misteri d’Elx entró a formar parte de la misma y seguiría perteneciendo a ella hasta su fallecimiento en el año 2001.

Nacido en Elche el 15 de junio de 1931, en el seno de una familia de hondas raíces ilicitanas, pasó sus primeros años de su vida entre palmeras, aunque con el traslado de su padre, registrador de la propiedad, a otros destinos tuvo que residir una etapa de su vida fuera de la ciudad, aunque no desligada totalmente de ella, habida cuenta que volvía siempre en los periodos estivales y en otras fechas vacacionales. Una de sus aficiones en los años de su juventud eran las motos, los coches y en general los motores lo que le condujo a iniciar los estudios de ingeniero aeronáutico. Sin embargo, pesó más la vocación familiar y tras el primer curso, ya dirigió sus pasos hacia la carrera jurídica que estudiaría en Madrid. Fue el mayor de seis hermanos e intentó continuar la saga familiar de registradores de la propiedad, para lo que estuvo preparando oposiciones para la integración en este cuerpo, pero finalmente decidió ejercer como abogado, iniciando sus tareas jurídicas como asesor legal de la empresa Meliá, allá por los años 60.

Casado con la farmacéutica Amalia Maestre, tuvo cinco hijos, y tras un breve periplo, decidió regresar definitivamente a Elche para establecer aquí su residencia y comenzar a ejercer como abogado, miembro del colegio de Elche donde juró su cargo en el año 1967. Desde el primer momento su integración al regresar fue total y absoluta siendo además un destacado miembro de la sociedad ilicitana de su época. Si una de sus aficiones, como anteriormente habíamos comentado, era la de los vehículos a motor, una de sus pasiones fue el mar, donde acudía para relajarse de la tensión diaria y donde podía respirar profundamente navegando con su pequeño velero por las costas mediterráneas. Precisamente esa vocación le llevó a promover e impulsar el Club Náutico de Santa Pola, que creó, junto a la familia Quiles Parreño, donde ostentó diferentes cargos en su junta directiva a lo largo de diferentes épocas. Tampoco estuvo ajeno a los temas culturales siendo uno de los fundadores de los prestigiosos premios culturales Café Marfil en sus dos categorías, la de poesía y la de pintura, logrando que la ciudad de Elche se hiciese un hueco importante dentro del panorama artístico de la década de los años 70 y 80.

Con la reinstauración de la democracia participó activamente en la vida política ilicitana, hasta el extremo de ser uno de los integrantes de la candidatura de UCD a las primeras elecciones municipales en 1979 tras la muerte de Franco. Fue elegido concejal, desempeñando la gestión de la Concejalía de Turismo y de Mataderos, formando parte asimismo de la asamblea constituyente de la preautonomía valenciana durante la transición política. Pretendió, además, llevar la voz de Elche hasta el Senado y se presentó como candidato a la Cámara Alta en las elecciones generales de 1982, pero no resultó elegido por la circunscripción provincial. Sufrió, poco después, los primeros achaques de salud que le obligaron a tener que dejar la actividad política.

Dentro de su actividad profesional dirigió parte de su carrera en la abogacía hacia los temas de aguas y del campo ilicitano, hasta el punto de ser en dos etapas diferentes secretario y asesor jurídico de la Comunidad de Riegos de Levante, siendo uno de los artífices del rescate de la compañía que agrupa a más de veinte mil comuneros del sur de la provincia.

Como se puede apreciar, su vida fue muy intensa, participando en diferentes actividades de la vida social, cultural, económica, política y estuvo siempre enraizado con los orígenes y las tradiciones de Elche. Fue pregonero, como ya señalamos de la Venida de la Virgen, pero también de la Semana Santa y mantenedor en fiestas como la de los Moros y Cristianos. Méritos, por tanto no le faltaron para que el Ayuntamiento de Elche decidiera perpetuar su memoria dando nombre a una de las calles de reciente creación, en los aledaños del actual estadio de fútbol Manuel Martínez Valero, poco tiempo después de su fallecimiento el 12 de agosto de 2001.

El recuerdo de Rafael Ramos Cea debe ser un recuerdo necesariamente unido al de un ilicitano de pura cepa, a un hombre que se desvivió siempre por su pueblo. Ese era siempre su único objetivo: trabajar por su ciudad para enaltecerla, para engrandecer el nombre de Elche durante toda una vida pública que le obligó, eso sí, a no dedicar todo el tiempo que hubiese querido a su familia. Precisamente a sus seres más queridos les impregnó de sus sentimientos de amor a las tradiciones ilicitanas, de amor a sus raíces, pero no quiso circunscribirlo únicamente a su ámbito familiar y trabajó denodadamente para conducir el testigo y traspasarlo a las nuevas generaciones con la única intención de perpetuar y transmitir ese sentimiento. Todo un ejemplo para muchos ilicitanos, no sólo de los que viven en Elche sino también de los que residen fuera de la ciudad y que como Rafael Ramos Cea sienten lo mismo que él sintió cuando tuvo que alejarse temporalmente de la ciudad y que como Rafael Ramos Cea no olvidan donde están sus orígenes que siempre llevan dentro.

Fernando Ramon