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En este número segundo de la revista Ilicitano Ausente hemos querido dedicar la sección Historia de nuestras imágenes al Santísimo Cristo de Zalamea, imagen religiosa que, junto a la de la Patrona de la ciudad, la Maredéu de l´Assumpció, cuenta con mayor veneración popular por parte de los ilicitanos, una devoción transmitida de padres a hijos que forma parte de nuestro patrimonio cultural y religioso, y que ha dado lugar a expresiones como la de “anar al Cristo”, expresión que indica la principal forma de religiosidad popular en torno a la imagen del Cristo de Zalamea: la visita a su imagen en un número de días continuados en cumplimiento de promesas.
La imagen del Santísimo Cristo de Zalamea es una imagen de piedra arenisca policromada que fue concebida inicialmente para ser colocada en el nicho que existía sobre la puerta del Santo Hospital de Caridad, ubicado en la actual calle Hospital. En el año 1572 tenemos documentado la finalización de las obras en este edificio.
Se trata por tanto de una imagen devocional, concebida en un primer momento, no para ser procesionada, sino para ser adosada a la pared del nicho existente sobre dicha puerta y, por tanto, para ser vista de frente únicamente. Esta ubicación la tenemos documentada en la obra de Pedro Ibarra “El Rosari de l´Aurora. Cuento que té molt d´història o història que té molt de cuento” presentada al concurso convocado por la Sociedad cultural “Coro Clavé” en 1920. En esta obra se describen los rosarios de la aurora que, en época de Isabel II, recorrían en la madrugada de cada viernes las calles del barrio del Salvador. Existían tres rosarios de la aurora, cada uno de los cuales partía de una ermita diferente y portaban unas pequeñas andas con sus respectivos patronos. Una de las procesiones se organizaba en la ermita de la Aurora, en la denominada Pobla de Sant Jordi, otra en la ermita de la Virgen de los Desamparados, en la calle de su nombre, el tercero tenía su sede en la capilla del Hospital. Pedro Ibarra cuando describe este rosario señala: “El tercer rosari, eixía de l´Hospital, que estava en lo carrer del Arbres, al costat mateix de ca Don Andrés Tarí ahon havía un llavaor. Encara està en la paret, el Santo Cristo de les faldetes, que havía sobre la reona porta i encara també allumbra la venerada imagineta un sencill farolet, entonces d´oli, hui elèctric”.
Otra referencia documental que alude a dicha ubicación la hallamos en la obra de Pedro Llorente “Colección de noticias antiguas y modernas pertenecientes a la villa de Elche”, datado en 1845. En este noticiero, que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Elche en su volumen II página 394 se indica que “en mediados de febrero de 1843 se trasladó el Cristo de Zalamea que se hallaba en el nicho de la pared de la casa antigua que fue hospital que da frente a la calle de los Árboles, al convento de los descalzos de San José, donde hoy subsiste aquel establecimiento; y en razón a la particular devoción que los vecinos de dicha calle tenían a la citada imagen, solicitaron de la autoridad que no se sacase de aquel sitio y no se les pudo conceder por ser propiedad del Hospital, y entonces se les permitió que pusieran en su lugar un crucifijo del convento de la Merced, el cual fue llevado por Josefa Sarlavós, una de las vecinas de dicha calle, a la ciudad de Alicante, donde residía el cardenal Cienfuegos, arzobispo de Sevilla, para que le concediera indulgencias, y efectivamente le concedió 100 días”
En el año 1841 cuando se traslada el Hospital al antiguo convento de San José, que había quedado vacío tras la desamortización de Mendizábal, no se traslada la imagen, como hubiera sido lo normal en el caso de haber sido una imagen exenta de bulto redondo. No será hasta dos años más tarde, en 1843, cuando tiene lugar este traslado, a pesar de la oposición de los vecinos de las calles colindantes, para poder ser expuesta al culto en la portería del Santo Hospital en su nuevo emplazamiento.
Allí permanecería hasta finales de 1935 la imagen del Santísimo Cristo de Zalamea en que es trasladada a la Parroquia de El Salvador. Durante la Guerra Civil la imagen fue ocultada en domicilios particulares y en 1939 es trasladada de nuevo a la portería del Hospital, donde lo continuamos venerando en la actualidad.
La imagen, obra de escultor anónimo, está realizada en piedra arenisca policromada, teniendo unas dimensiones de 57cms el Cristo, y 84 cms la Cruz.
Jesús presenta el torso desnudo y un faldellín cubre su cuerpo desde la cintura hasta las tobillos, este responde a una corriente iconográfica de influencia siriaca que se desarrollo en las denominadas Majestades románicas de Cataluña y Rosellón. Se representa a Cristo en una actitud serena, sin expresión de dolor o sufrimiento, es la majestad de un rey muerto coronado con corona cordífera, corona trenzada que forma un bloque único con la cabeza, estando labrada conjuntamente con la cabellera.
Se observa una desproporción en el tratamiento de la anatomía, muy significativa en las extremidades por exceso en los brazos y por defecto en las piernas, desproporción debida a que es una imagen realizada para ser introducida en una pequeña hornacina y para ser vista de frente. Se presenta a Cristo con el cuerpo alineado a la cruz, desafiando la ley de la gravedad, con barba y bigote y larga cabellera distribuida en mechones que caen sobre la espalda y sobre los hombros. La cabeza se inclina hacia el hombro derecho, el rostro aparenta impasibilidad con los ojos y boca cerrados. Los brazos, sobre todo el izquierdo, aparecen flexionados por el codo, la mano derecha aparece en actitud de bendecir, a diferencia de la izquierda en la que se extienden los dedos junto al pulgar separado. Los pies se colocan en posición forzada, el derecho sobre el izquierdo y con un solo clavo, situándose el talón derecho por delante del empeine del pie izquierdo. Aparecen marcados los músculos de los brazos y de la parte superior del torax.
Mezclado con la impasibilidad de la expresión de su rostro aparece el sentimiento de dolor y de lo patético que se manifiesta en la presencia de sangre en abundancia en la frente, pies y manos, en la llaga del costado y en el torso.
El faldellín es de terciopelo color granate y en la parte delantera lleva bordada en negro la Cruz y sobre ella el Alfa y Omega en dorado, bajo este la imagen viste el “paño de pureza” de color blanco, lienzo anudado a la cintura, del mismo material en que está realizada la imagen.
Todas estas características responden a la intencionalidad catequética con la que es concebida la imagen: el Santísimo Cristo de Zalamea es colocado en un nicho en la puerta del Santo Hospital con un fin muy concreto, transmitir a todo aquel que acudiera al Hospital las actitudes de Cristo ante la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte: paz, serenidad, mansedumbre, aceptación, entrega redentora y confianza en Dios.
Con respecto a la advocación de la imagen tiene una procedencia foránea, se trata de la advocación que aparece en Hospitales e instituciones de beneficencia en el siglo XVII, debido a los milagros acontecidos con personas enfermas en esa época en la villa de Zalamea (Badajoz), y a partir de los cuales tiene lugar una gran propagación de su devoción, difundiéndose los milagros en romances, oraciones y estampas del Cristo de Zalamea. La propagación de esta devoción en nuestras tierras la podemos atestiguar por la conservación de romances relatando los milagros del Cristo, romances que eran recitados por rezadores que iban de pueblo en pueblo pidiendo limosna, además existe un protocolo notarial autorizando que se pidan limosnas en nuestras tierras para la construcción de la Real Capilla del Cristo de Zalamea.. Y por último la labor de propagación de esta advocación llevada a cabo por San Juan de Ribera, Virrey del Reino de Valencia y obispo de su Archidiócesis, que cuando llega a Valencia lo hace desde Badajoz donde había ejercido su ministerio pastoral en el momento que acontecen los milagros y comienza a extenderse la devoción por toda la geografía española y por Hispanoamérica.
En el año 1964 fue fundada la Cofradía del Santísimo Cristo de Zalamea quien procesionará portando la imagen del Santísimo Cristo de Zalamea cada Jueves Santo. Se introdujo en la Semana Santa ilicitana una nueva concepción de cofradía caracterizada por la austeridad, el recogimiento y un marcado carácter penitencial, rezo del Santo Rosario y ejercicio del Vía Crucis durante la estación de penitencia, sobriedad en el adorno floral de flor seca, habitó franciscano de saco y la importancia de la realización de obras sociales, elementos, todos ellos, que se ha mantenido hasta nuestros días.
Desde entonces el Jueves Santo ilicitano es la noche de acompañar al Cristo, noche de penitencia, de plegarias y de súplicas, pero también de acción de gracias por tantas promesas cumplidas.
Cada Jueves Santo más de treinta mil cirios morados iluminan su camino, túnicas de saco, y el sonar de las cadenas de sus cofrades le preceden; Alfa y omega en su faldellín nos recuerdan que sólo Él es el principio y el fin.
José Manuel Sabuco Mas
Archivero de la Sociedad Venida de la Virgen
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