ISMAEL QUESADA

 

Habla con satisfacción de sus vivencias, en la que siempre está presente Elche, pero deja entrever una humildad propia de quienes han empezado desde abajo y no se han dejado llevar por una posición acomodada. Ismael Quesada no se cansa de hablar de algunos de los referentes que han formado parte de su vida, como la cofradía La Caída, y por supuesto, de su empresa, gracias a la cual ha ido cimentando la base de una existencia feliz, en compañía de su familia. Emprendedor, vitalista, amigo de sus amigos, Ismael Quesada transmite voluntad, sacrificio y generosidad.


-¿Cómo se siente un empresario como usted cuando analiza el camino recorrido y los logros conseguidos?

-En estos tiempos que corren, estoy orgulloso de poder caminar por la calle con la cara muy alta y saber que no he contribuido al encarecimiento de la vida. Siempre he presumido de mi libertad, esa libertad que me ha permitido hacer honestamente lo que he querido, viajar a donde mi pasaporte me ha autorizado y hacer negocios con toda la elegancia del mundo. Siempre me he puesto del lado de los más necesitados. Para llegar a donde estoy, nadie me ha regalado nada, ni antes, ni ahora. He tenido la suerte de haber nacido en el seno de una familia y haber podido ir al colegio, lo que me ha enseñado a amar a las personas, a ayudar y a no robar, y lo más importante, a estar agradecido a las personas y familiares que siempre han estado apoyándome. Su ejemplo me ha ayudado a estar donde he llegado y a formar una familia con cinco hijos y cuatro nietos, que es lo más gratificante que hubiera podido desear.

-Toda su vida ha estado ligado a Elche, ¿cuáles son los recuerdos más gratos que guarda de su infancia y aquellos que han influido en su devenir profesional?

-Recuerdo que mi padre me llevaba con su rondalla para hacer algunas serenatas la noche del 14 de agosto. Es una maravilla recordar aquellas noches con la música de cuerda sonando a la luz de la luna e incluso algunas veces escucharla desde la cama. Es un recuerdo imborrable. Desde aquella tierna edad, he podido contemplar y recuerdo, por lo que forma parte de mi cultura y formación profesional, los diferentes trabajos manuales que antaño se realizaban en Elche, como los trabajos de fragua en el taller metalúrgico de Mariano Agulló, en la esquina de la Iglesia de San José. Cuando salía del colegio, me paraba todos los días para contemplar la labor que realizaba Mariano Agulló, que era íntimo amigo de mi padre, con sus hermanos, poniendo incandescentes los ejes de los carros, para darle temple y forma, a martillazo limpio, sobre el yunque. Otra cosa que me impactaba era ver a Asunción Sepulcre, perteneciente a esta gran familia de don Antonio Sepulcre, que con todos sus hijos, María, Teresa, Gaspar y Carlos, me dieron tanto cariño y me llevaban a todas partes, al campo a recoger brevas, al Hondo a ver los patos, a ordeñar cabras, a adornar el carro con la mula, a segar la alfalfa para los conejos, a ir al campo a comprar un conejo y huevos por encargo de mi madre...

-¿Qué le supuso vivir en primera persona el desarrollo de la ciudad?
-Una gran experiencia. Fui testigo de importantes hitos, como ver traer el agua potable, instalándola detrás de la puerta, lo que supuso un gran alivio para mi puesto que ya no era necesario acudir al barril que había en la esquina del Asilo con carretera de Matola, o ver cómo hacían a pico y pala los alcantarillados de todo El Plá, o la llegada de las líneas también por zanjas subterráneas del teléfono automático. Todas esas cosas me impactaban. Ver al hombre del hielo vendiendo en la calle. Recuerdo que mi madre lo primero que compró fue una nevera en la que había que poner hielo marca 'pingüino'. Más adelante, le compré una eléctrica Edesa, pero lo curioso es que la de hielo la vendimos a un policía municipal. En aquella época, en casi todas las casas de mis vecinos, había chicas que se dedicaban al aparado de calzado. Se llevaban las diferentes partes del corte del zapato, las cosían y después, pasaba el fabricante a recogerlas para seguir haciendo el zapato. Después, había otros talleres que hacían el acabado.

-¿Cuáles fueron sus inicios profesionales?
-He trabajado desde muy joven, prácticamente desde que era niño. Primero, recuerdo que fue en una empresa que era una especie de mercería, de perfumería, al por mayor. Yo era vendedor, repartidor, hacía las facturas a máquina, pero sabía que ese trabajo no era el que yo quería. Vendía todo lo que caía en mis manos. Después, por las noches, tenía un buen maestro, Cecilio Martínez, una persona a la que ayudaba en tareas de contabilidad donde él trabajaba, en la fábrica de Antonio Pacheco. Con él podía hablar mucho ya que tenía siete u ocho años más que yo y, como hombre, me abrió mucho los ojos. Yo tendría por aquel entonces unos 14 años. Siempre he dicho que mis hijos no han tenido la suerte que he tenido yo de haber vivido la vida en la calle, de aquí para allá. Yo he vivido en mi casa encendiendo la luz con un candil. O sea, que he podido sacar experiencias de muchos sitios que he ido aplicando en mi vida profesional. Aprendí mucho del señor Mendiela, que era un gran comerciante de calzado, y de otros muchos.

-¿Y cómo surgió trabajar en un sector como el de los productos químicos?
-Me gustaría recomendar a todos los jóvenes, a aquellas personas que estudian, que quieren llegar a conseguir un objetivo, bien en el trabajo, en las ventas... que lo más importante es la información. Para mí, en mis inicios, lo más importante fueron las páginas amarillas. Tengo que decir que cuando trabajé en García Mendiela, era una empresa muy bien organizada que tenía sus anuarios comerciales. Yo pedía permiso y me llevaba los que se habían quedado obsoletos porque habían salido nuevos. Ahí empecé a buscar. Yo he sido representante de todo, he vendido bombillas, fideos, salchichón, espolsadores... Siempre he ido buscando. Recuerdo, como si fuera ayer, cuando vi el anuncio de Comercial Masport, que era una compañía que trabajaba con papeles especiales, dorados, para hacer las plantillas, la marca, y tal y cual, como el oripel que tiran desde la Magrana. Comercial Masport era una división de una compañía de productos químicos y allí fue donde yo despegué. Esa compañía no tenía representantes y yo empecé a vender productos que traían de Estados Unidos, eran productos para el calzado. Por ejemplo, yo fui el primero que vendió resinas a Neoflex para fabricar colas de calzado. También tenía productos químicos para transformar el caucho, para hacer la goma esponja. Yo iba mucho a Barcelona y empecé a ir a ferias, como la de París, después vino Milán. En París había una feria muy importante, que era la Semana del Cuero, y que se celebraba por estas fechas. Allí vi yo una de las cosas más importantes que todavía tengo en la actualidad, pero había que ponerla en marcha, que era el poliuretano.

-¿Fue ese producto el que le permitió consolidarse?
-Hicimos un estudio de mercado, todo el mundo quería pasarse al poliuretano. Pero faltaban máquinas para aplicar el producto, así que nos pusimos en contacto con un fabricante de máquinas de Italia. Llegamos a un acuerdo. Total, que en una semana vendimos cinco máquinas, por un valor de cuarenta o cincuenta millones de pesetas de aquella época.

-¿Cuáles son las claves que le han permitido continuar con la empresa año tras año, y en un mercado tan competitivo?
-Para la empresa, es fundamental aparecer fácilmente localizable, con la ayuda de Internet y de las revistas especializadas, para que te vean. También hay que ser serio y responsable. Estoy muy satisfecho de haber llegado a este punto y me gustaría sentar las bases e ideas para cuando no esté, para que el negocio continúe funcionando.

-En su trayectoria, aparecen otras facetas importantes que tienen que ver con la sociedad ilicitana, como su vinculación con la Semana Santa, a través de la cofradía La Caída, ¿qué destacaría de esta faceta?
-Desde que era un chaval, salía en La Caída, donde he sido presidente por un período de unos treinta años.

-¿Qué recuerda de esta etapa?
-Recuerdo mi interés en que la cofradía contara con sede propia y con un lugar donde guardar el paso. Siendo chaval, ya veía los problemas que tenían los miembros de la Junta a la hora de guardar el paso y me parecía asombroso, porque para mí eran cosas muy sagradas. Primero se guardó en San Crispín, después lo llevamos a un local que un primo mío, Andrés, tenía frente al Paseo de los Caídos. Otra vez, me lo llevé a un almacén que tenía en la calle Eduardo Ferrández, cerca del Matadero. Recuerdo que a mi me llamó don Narciso padre, Narciso Caballero, y me dijo "Ismael, he pensado que usted va a ser presidente de La Caída". Digo, "oiga, vamos a ver, le voy a ser sincero, si fuese otra cosa, le diría que no, pero la propuesta que usted me hace, no le voy a decir ni que me lo voy a pensar, ni que me lo voy a dejar de pensar, le digo directamente que sí, que de acuerdo, porque para mí, es un orgullo ser presidente de una cofradía que yo he visto crecer desde que abrí los ojos, porque yo nací por allí, por Conrado del Campo...

-¿Cómo surgió la iniciativa de contar con un nuevo paso?
-El grupo de Tomás, de Paco Escalante, de Jeromo Ruiz, etc, contactó conmigo. Me dijeron que querían sacar un paso nuevo. Les dije que me alegraba de que me lo plantearan porque yo, que había estado a punto de dimitir, me alegraba de ver que había gente que tenía ganas de formar un equipo, trabajar y colaborar. Pero les dije que me tenían que asegurar que el paso saldría el próximo Martes Santo sin la organización que había tenido hasta ese momento. También les pregunté dónde pensaban que podía quedarse el paso nuevo, ya que les dije que ni en San Crispín, ni en ninguno de los sitios por donde habíamos pasado. Así que llamé a la gente que hasta ese momento se había encargado, y les dije que a partir de entonces, de la organización me encargaba yo. Tomás ha sido un buen colaborador mío. Teníamos una revista que era de categoría y había que sacar dinero de donde fuese, había que moverse. Tomás me habló de un local, que es donde estamos en la actualidad. Fuimos a hablar con una inmobiliaria, nos dijeron que valía cuatro millones o algo así.

-También ha sido concejal del Ayuntamiento, ¿no es así?
-Sí, en la primera legislatura democrática, fui concejal, supliendo a Antonio Bonete.

LA EMPRESA

Ismael Quesada S.A. es una sociedad familiar, continuadora de los negocios promovidos en el año 1960 por el ahora actual presidente de la misma, Ismael Quesada, quien desempeñó una fructífera labor como representante en la venta de productos químicos, utilizados en la elaboración de adhesivos, artículos técnicos e industriales de caucho, juguetería, pinturas, etc. Actualmente la organización cuenta con el respaldo de 14 personas que atienden toda la geografía española, Portugal y norte de África, con almacenes propios en Elche y en el polígono industrial El Sequero, en La Rioja.

La empresa es distribuidora de cargas para caucho de diferentes yacimientos, bióxido de titanio de la multinacional Huntsman Tioxide de Madrid, hinchantes para caucho de Kum Yang de Corea, pigmentos para caucho de Daicolorchem de Barcelona, cargas reforzantes y sepitol absorbente de Tolsa S.A. de Madrid, estearatos metálicos de Productos Metalest de Zaragoza, resinas fenólicas de Kolon de Corea, silices precipitadas de Glassven C.A. de Venezuela, etiquetas vulcanizables de Veneta Decalcogomme de Italia, una amplia gama de cauchos sintéticos de Kumho Petrochemical de Corea, pastas colorantes, desmoldeantes para PU y barnices para metalización al alto vacío de la empresa Marbo Italia S.p.A. De Milán y Sistemas P.U. Voralast de Dow Chemical Ibérica S.L. de Ribaforada (Navarra).

A lo largo de la trayectoria de la empresa, la calidad ha sido un referente fundamental. Desde que inició su actividad, uno de los retos ha sido asegurar la calidad del servicio, y en esta línea, la empresa se ha ido adaptando paulatinamente a las exigencias del mercado. En 1996, obtuvo el Certificado de Registro de Empresa bajo la norma UNE EN ISO 9002, y en noviembre de 2002, fue pioneros en la consecución de la nueva norma ISO 9001:2000 por el Organismo AENOR.

Entrevista de José Antón Ferrández