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Hablar de la trayectoria profesional de Cayetano Quirant Agulló, actual gerente de ETIMED, Etiquetas del Mediterráneo, es hablar sobre todo de espíritu de servicio. Desde bien joven, como tantos otros ilicitanos emprendedores, se inició en el mundo laboral, y tal y como explica, la vida le llevó a escoger un camino profesional en el que poco a poco fue desarrollando un proyecto que hoy en día sigue ocupando buena parte de su quehacer diario. La adaptación a las demandas del mercado, su carácter humilde y su fe en el trabajo en equipo han sido claves en el camino profesional de este emprendedor que se considera un ilicitano nato como bien demuestra cuando colabora con entidades como la Venida de la Virgen.
-Empezó a trabajar desde bien joven, ¿cómo surgió, lo suyo fue vocacional o le empujó la necesidad?
-En el campo, siempre hemos tenido, cuando no almendras, higos, y cuando no, naranjas, y las gallinicas, o sea, que no había necesidad de decir “tengo que trabajar”, así que nos poníamos a jugar en la calle, y yo recuerdo que había un vecino mío, cuya familia tenía poder adquisitivo, y nos poníamos a merendar, a mi me gustaba mucho el pan con aceite, era un amigo que se llamaba Claudio, y que todavía conservo. Su padre era el que tenía el Marfil, el Florida, el Gran Vía... Entonces, a él le ponían para merendar pan con lomo, y yo no sabía ni lo que era eso del lomo... El caso es que fui hasta los 9 años a estudiar a las graduadas, y luego ya me salí, ya que por aquel entonces, ibas por la calle y te llamaban para que hicieses recados y trabajos. Yo nací en el 49 y esto que cuento es del 58, era la época del boom de la inmigración, cuando Elche necesitaba de mano de obra. De esta forma fue como me metí en el mundo del trabajo.
-¿En qué sector empezó a trabajar?, ¿era ya en el calzado?
-No, empecé de pastelero, limpiando latas de ‘La Mallorquina’ y los estropeaicos me los daban los fines de semana, y mi madre y mis hermanos se ponían las botas. Y después, ya entré en una empresa que fabricaba adornos para zapatillas, ya que por aquel entonces, calzado se hacía muy poco, casi todo eran vulcanizados (alpargatas, zapatillas...) Eran dos hermanos, Manolo y Bartolomé, que hacían adornos para zapatillas, y siempre intentaban estar al día en todo. Entonces incorporaron el sistema del difumino, que consistía en un líquido que se incorporaba a una pistola y que se aplicaba para sombrear las zapatillas. Estas personas me enseñaron a difuminar y lo hicieron con la gran suerte para mi de que este sistema se fue aplicando cada vez con mayor éxito, de manera que los fabricantes iban pidiendo gente que difuminara. Yo llegué a ir a otras poblaciones, como Alhama de Murcia, donde recuerdo que me recibieron con banda de música incluida. También a Albacete tuve que ir porque me llamaron para este tema.
-¿Se puede considerar que fue el inicio de la trayectoria profesional que le ha llevado a donde está ahora?
-Sí, ya que a los 13 años me independicé y ya era autónomo, por decirlo de alguna manera, así que ganaba pasta. El trabajo que hacía me lo pagaban puntualmente, y todo al bolsillo. Lo malo es que las condiciones laborales no eran ni mucho menos las mismas que ahora. Así que cogí una úlcera por el humo que desprendía el difumino, y sin ventilación, y ningún tipo de protección. Yo cogía la bicicleta, cargaba el compresor con una bolsa con los líquidos y la pistola, y hacía pares, diez, doscientos, a tanto... Y así empecé yo a ser independiente en el tema laboral.
-A partir de ahí, parece que todo fue rodado, ¿no?
-La vida te lleva a elegir un camino u otro. En mi caso, fue de esta forma como me especializé en este campo. Y al tener relación con fabricantes de calzado, empezó a surgir el tema de los timbrados... Las cosas me salieron de seguido. Empecé así a timbrar plantillas, a cortarlas... Y empecé a tener a dos o tres personas a mi cargo cuando tenía tan sólo 15 o 16 años.
-¿Cuáles han sido las claves para llegar a consolidar un negocio como el suyo?
-Siempre he tenido espíritu de servicio y humildad. Tengo una anécdota que puede ilustrar esta afirmación; resulta que había un competidor nuestro que decía, “no, no, no, yo a las seis de la tarde, cierro, y mañana, más”. Yo, en cambio, no actúo así, considero que lo importante es que si te piden una cosa, tienes que servirla, y si ese día te tiene que tocar hasta las diez de la noche, pues te quedas, pero no puedes dejar a una persona tirada. Eso, al cabo del tiempo, también se nota, ya que hay empresas que cierran y otras que continúan.
-Hemos dejado su trayectoria en el momento en que empezó a tener más volumen de trabajo e incluso a tener a personas a su cargo, ¿cómo continuó?
-La empresa fue creciendo, con el tema de etiquetas y demás, y después del timbrado, vino la etiqueta adhesiva, que era mucho más cómoda, y al mismo tiempo, ampliamos a otros campos, como el de la confección. A la edad de 22 o 23 años, nos adaptamos a los nuevos cambios tecnológicos de la época, gracias también a las enseñanzas que me había inculcado Bartolo, que era un avanzado para aquellos años. En ese momento, surgieron las máquinas de alta frecuencia, que grababan, sobre todo plástico, PVC. Era la época del deportivo, que aportó al mundo del calzado que había en aquella época, la importancia de la marca y el colorido. Yo entré a hacer marcas, grabados y cosas ya más especiales, que el mercado iba demandando, y yo seguía estando ahí, prestando servicio, con unos 15 empleados.
-¿El número de empleados ha ido creciendo a lo largo de los años hasta la actualidad?
-No siempre, ya que con el tema de la tecnología, el número de empleados se fue reduciendo. Actualmente, contamos en la empresa con 43 empleados, pero hubo una época, hace unos veinte años aproximadamente, en la que llegamos a tener 50, en adornos, etiquetas, y demás.
-No ha hablado del sitio donde empezó a gestarse el negocio, ¿cuáles fueron las primeras localizaciones de la empresa?
-Yo nací en la calle Aspe, donde había dos viviendas y un local de 85 metros cuadrados. Fue allí donde empecé. Luego, alquilé un local justo enfrente. Tenía la calle libre, y recuerdo los carros de madera fuera, para que se secaran y los zapatos hicieran horma. O sea, que antiguamente, media calle era para el fabricante. Después compré dos localitos que comuniqué con el primero... Compré una casa detrás también, para almacén, así que tenía a mi disposición de 400 a 500 metros cuadrados. La primera nave que tuve fue hace unos 30 años y tenía 800 metros cuadrados, ya dedicado a etiquetado y timbrado. Cuando me trasladé al polígono de Carrús, utilizamos 3 naves que funcionaban por secciones, por tipos de etiquetas. Después llegaría el boom de los chinos. Les alquilé los locales a ellos, y compré la nave en la que estamos actualmente, que cuenta con varias plantas, con un total de 2.400 metros cuadrados.
-La suya es una vida entera volcada en el trabajo, ¿se ha sentido siempre cómodo en este sector?
-Teniendo en cuenta el tipo de empresa que somos, siempre he envidiado a los fabricantes, que antes tenían a viajantes, lo que ahora son comerciales, y venían y decían, te traigo faena para tres meses, para dos... Yo jamás en la vida he disfrutado de ese placer, de hacer los trabajos con una planificación que te permitiera una mayor organización. Yo, una mañana cualquiera, nunca sabía lo que tenía que hacer. Era un trabajo al día. No obstante, también tengo que decir que a mi, nunca me ha faltado trabajo. Se trata de una labor que es diaria. El fabricante, en cambio, trabaja de temporada en temporada, con una previsión de meses. Yo, en cambio, nunca he podido relajarme.
-¿Cree que la actividad a la que se dedica la empresa ha estado reconocida suficientemente?
-Nunca ha estado debidamente reconocido el trabajo de etiquetado y de timbrado, y yo considero que tiene la misma importancia que cualquier otro producto. Pero con el tiempo ha cambiado mucho, y ahora, hay una mayor planificación, y se nos tiene en cuenta. La etiqueta siempre se deja para el final del proceso, y los fabricantes antes no tenían las mismas herramientas que ahora, y no eran previsores. Ahora, con la informática, hay también un mayor control de todo esto.
-Antes ha hablado de humildad y de espíritu de servicio, ¿qué otros aspectos le parecen primordiales en el mundo de la empresa?
-Pienso que para cualquier tipo de empresa, la humildad es fundamental. Y por otra parte, también es muy importante el espíritu de equipo, y en ello, hay que tener muy en cuenta la formación. Es muy importante tener espíritu de equipo, gracias a ello hemos podido llegar hasta aquí. Aquí no se hacen grandes marcas, lo importante es el servicio. Las personas están por encima de todo, las relaciones personales son muy importantes para formar equipo y que se sientan integradas en la empresa, que tengan conciencia de que pertenecen a la empresa.
-¿Le preocupa el relevo generacional?
-El relevo generacional en mi caso está solucionado. Tengo seis hijos, cinco chicos y una chica. Los tres pequeños están estudiando, y de los mayores, dos están aquí conmigo, en la empresa.
-Le gusta estar en contacto con la sociedad ilicitana?
-Sí, ya que me considero un ilicitano nato. Por ejemplo, siempre he colaborado con la Sociedad Venida de la Virgen y he llegado a ser Caballero Acompañante. Participo siempre que puedo en tradiciones como la Ascensión, la Venida, y las Fiestas de Agosto, con la Nit de l'Albà, la Roà... Son fiestas que llevo muy arraigadas.
Entrevista de José Antón Ferrández
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