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Sabe muy bien de dónde viene y habla con orgullo de sus orígenes humildes. Pascual Ros, presidente fundador del Grupo Mustang, representa uno de esos emprendedores que fue capaz en la década de los sesenta de iniciar un proyecto con pocos medios, pero tremenda ilusión. No obstante, Pascual Ros huye del protagonismo y habla de la influencia de una ciudad como Elche, que según dice, fue un caldo de cultivo para los emprendedores. Las palabras de este conocido empresario reflejan una evolución con los pies sobre la tierra, forjando paso a paso un proyecto que hoy en día es una realidad con importantes expectativas. Empezó a los 17 años como aprendiz de cortador y ha sabido situar al Grupo Mustang en un puesto privilegiado, como un gran referente de empresa familiar vinculada a la sociedad ilicitana.
-¿Cómo recuerda sus inicios en el sector del calzado?
-Empecé a trabajar en un taller situado en Pedro Canales, 61, una callecita pequeña situada entre Conrado del Campo y Federico García Lorca. Allí comenzamos a hacer vulcanizados. Tenía entonces 17 años, corría el año 1961. Por aquel entonces, surgió una generación de personas con mucha inquietud, que queríamos cambiar las cosas. Nuestro denominador común era nuestra humildad. Todos veníamos de familias trabajadoras, donde la presencia del trabajo siempre era necesaria para poder continuar la vida. Recuerdo que el trabajo terminaba el sábado a las 6 de la tarde, de ahí el refrán valenciano que se utilizaba por aquel entonces, cuando un trabajador estaba a pie de máquina y decía 'dissabte que fora i el sol per Crevillent', que estuviese el sol por Crevillente era muy importante porque se dejaba de trabajar, pero también se cobraba.
-¿Qué circunstancias determinaron la existencia de esa generación de emprendedores?
-Los padres de aquella generación, si algo nos enseñaron, fue a tener responsabilidad en el trabajo, pero yo diría que ese carácter emprendedor nos lo ha inculcado nuestro propio pueblo. Por aquel entonces, se creó un ambiente especial que pocas ciudades de España experimentaron. Recuerdo, cuando era todavía un niño, esas personas que terminaban de trabajar en su lugar habitual, y luego se iban a hacer horas a otras empresas hasta las 2 o 3 de la mañana. Yo también empecé así, ya que a los 17 años dejé los estudios y me puse a trabajar, a coger oficio de zapatero, me iba por las noches a aprender a cortar como aprendiz de cortador. Las jornadas eran largas, se hacían muchas horas, y lo que ocurrió es que muchas de estas personas decidieron hacer sus propios zapatos por cuenta propia. Ese fue realmente el germen de esa generación de emprendedores.
-¿Qué denominador común tenían esos trabajadores que empezaban a ser empresarios?
-Esa clase emprendedora no viene dada por el desarrollo de una industria que partiese de la época de los cuarenta, ni de la burguesía, no, las empresas nuestras nacieron todas de la clase trabajadora. La configuración del actual Elche viene determinado por esos años sesenta en los que grandes empresas fueron decayendo, yo creo que por problemas de sucesión, y cogieron el testigo unas personas con una gran capacidad de trabajo y con muchísima ilusión en lo que hacían, con más ganas que medios, con un gran sentido del idealismo, porque lo que queríamos era cambiar la sociedad, hacerla mejor. Afortunadamente, todo estaba por hacer. Antes de aquello, todo estaba basado en las llamadas tres sirenas ilicitanas, que eran Trus, la viuda de Pérez y Ripoll. Esas sirenas eran las que llamaban a trabajar a miles de trabajadores, que acudían con sus bicicletas, era la estampa de mediados de los cincuenta. A partir de ahí, coincidiendo con la década de los sesenta, se produjo un cambio de generación. Muchos trabajadores montaron sus propios talleres. Por aquel entonces, el montado se hacía a mano, por las noches, y no había maquinaria en aquellos locales, que no eran fábricas propiamente dichas, sino patios de las casas particulares, que contaban con almacenes, que eran los lugares donde se guardaban los carros antiguamente. Entonces surgieron varias docenas de talleres donde ya había maquinaria, y entonces se llevaba el zapato ya montado y se pegaba, se lijaba, y pasaba por una serie de procesos, y finalmente, volvía a los talleres donde se realizaba el envasado.
-¿Qué pasó en su caso?, ¿cuáles fueron los pasos que determinaron el surgimiento de Mustang?
-En mi caso, en el año 64, monté ya la fábrica de zapatos. Hacíamos vulcanizados y zapatos, pero ese año 64, tuve que hacer la mili y marché a Ceuta. Tuve que dejar aquello en manos de mi hermana y mi cuñado. Cuando retorné, en el año 65 o 66, empecé a pensar ya en el concepto de empresa, y realicé una apuesta muy importante por la exportación. Ahí empieza el verdadero proyecto de Mustang, ya que acabamos de celebrar cuarenta años de trayectoria desde el registro de la marca Mustang, pero antes del registro, en el 64, ya estábamos hablando de dicha marca. Entonces a la fábrica ya la llamábamos Mustang, a mí se me conocía como El Mustang, aunque faltaba la imagen de la marca y el registro. Esa denominación viene por la influencia del conocido grupo de música. Ya en el 67, se registró la marca.
-¿Por qué emplazamientos pasó la empresa hasta llegar al Parque Industrial?
-Primero, estábamos en Pedro Canales. Después, le compré un solar a un amigo, en Joaquín García Mora; eso fue en el año 62 o 63, donde realmente ya comenzamos a funcionar como empresa. Posteriormente, en el 64, cuando marché a la mili, ya era una gran fábrica, de 1.000 metros cuadrados, con dos plantas y unos cuarenta y tantos empleados. Y en el 75, pasamos a las naves de Butano, en la carretera de Aspe. Allí estuvimos hasta el 86, cuando nos trasladamos a Matola, junto a la Ermita del Ángel, y después, ya llegamos al actual emplazamiento, en Elche Parque Industrial, donde estamos trabajando en la construcción de nuestra próxima sede.
-Durante toda esta trayectoria al frente de Mustang, habrá pasado por numerosas situaciones adversas, ¿no?, ¿cómo se lleva?
-Estoy convencido de éste es un trabajo vocacional. El sector del calzado tiene cada tres meses que enfrentarse a una situación nueva, a unos mostrarios, a unas tendencias de moda, y eso hace que siempre exista un reto que te mantiene activo. Por otro lado, también hace posible que cuando una cosa te sale mal, intentes remontar la situación. Todo esto nace de una visceral vocación y de un gran sacrificio. Tienes que aceptar un reto día a día. Ha habido muchas empresas, entre las que se encuentra Mustang, que han pasado por sus bajadas y subidas, pero que han sabido responder ante las dificultades, y eso ha determinado una forma de ser empresario que no se da en todos los sectores, ni tan siquiera en todos los puntos geográficos de este país. Cuando se me considera emprendedor, difiero, en el sentido de que no hay empresario emprendedor, sino ciudad emprendedora. Elche tiene la virtud de inculcar a sus ciudadanos una manera de querer, de querer, de querer, y de hacer más y mejor las cosas. Se crea el caldo de cultivo para ese carácter emprendedor.
-Mustang se caracteriza por una fuerte vinculación con la sociedad ilicitana, ¿es uno de los valores importantes de la empresa?
-Nuestra empresa está convencida de que los valores son fundamentales para el desarrollo. Yo siempre digo que una empresa no sólo debe estar bien gestionada, sino además, ser útil a la sociedad. En base a esto, nosotros lo que tratamos es de devolver a la sociedad los valores que de ella hemos recibido. Fruto de ese compromiso con la sociedad, nace la colaboración que prestamos a través de nuestro sello social, tanto en el ámbito del deporte, como en la cultura, o con diversas ONGs, para lo cual siempre destinamos un presupuesto.
-¿Qué representa la nueva sede que se está construyendo en Elche Parque Industrial?
-La inauguración de las nuevas instalaciones de Mustang constituyen un punto y seguido. Nunca hay que hablar de una culminación. Representa una etapa que vamos a intentar cubrir, pero inmediatamente vendrán nuevos retos y proyectos.
-¿Le ha sido difícil mantener el carácter de empresa familiar?
-Me gustaría destacar la importancia que tiene el concepto de familia y de empresa para Mustang. Es fundamental saber transferir a tus sucesores un ambiente, una dedicación, unos conceptos de empresa... En definitiva, que ellos sean capaces no sólo de continuar, sino de mejorar. Es importantísimo que la labor de un empresario no culmine con él, sino que la empresa le supere a él. La sociedad no se puede permitir el lujo de que las empresas cierren cuando el dueño completa el ciclo. El empresario debe profesionalizar la empresa y crear el ambiente adecuado para que sus hijos puedan continuar. En mi caso, tengo a mis cuatro hijos integrados plenamente en la empresa. Son la razón y el fundamento de la proyección hacia el futuro.
Entrevista de José Antón Ferrández
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