EL MILAGRO QUE TRANSFORMA LA PALMA EN RAMO

 

Con la llegada del Domingo de Ramos concluye un ciclo que co- menzó un año antes y que se vuelve a iniciar muy pocos días después de ese Domingo de Resurrección. De esta forma, el final de todo un año de trabajo se resume en el rato que dura el desfile procesional de los Ramos, apoteosis final que resume toda la grandeza y tradición y de un rito casi exclusivo de nuestra ciudad: el de la cultura de la palma blanca.

Creo que es momento de explicar los pasos que se han tenido que andar para llegar a este fin. Y también recordar la nomenclatura utilizada por nuestros artesanos para denominar cada una de los trabajos realizados, terminología ésta, que no debe quedar relegada al olvido.

En el mes de abril comienza la labor de "encapuruchar" las palmeras. Mediante esta labor se priva a las palmas que han de nacer, de la acción de la luz solar, de forma que cuando ocho o nueve meses después se suprime el "capurucho", las nuevas palmas que han crecido medio asfixiadas en la oscuridad, presentan en lugar del color verde habitual, un color blanco.

En manos del "palmerero", estas palmas deben clasificarse. Reunidas en haces o "feix" de 20 palmas cada uno se eligen según su tamaño y se identifican según su categoría como: "Palma Blanca de primera" (aquella cuya longitud oscila entre 3 y 3,50 metros); "Palma Blanca de segunda" (la que mide entre 2 y 3 metros); "Palma Blanca de tercera" también llamada "Palmó" (mide entre 1,2 y 2 metros); "Cogollo" (cuya longitud oscila entre los 80 y los 120 centímetros); y por último "Punta" (si mide menos de 80 centímetros).

Esta clasificación o denominación por tamaño y esta nomenclatura se utiliza para la palma que es uniformemente blanca.

Cuando la palma es blanca, pero entreverada de verde, y la punta se mantiene entera y enhiesta se denomina "Palma de Batalla". Cuando esta misma palma de batalla tiene la punta rota o "desmochada", se denomina "Facho". En ambos casos, estas palmas se reservan para realizar los trabajos de cestería.

En cualquier caso, las palmas una vez clasificadas según variedades, se empaquetan en "fardos" de 25 palmas cada uno y se hacen llegar al destino que corresponda.

A nosotros ahora nos interesa seguirle la pista a la palma blanca que veremos en el desfile procesional del Domingo de Ramos.

A partir de enero o febrero, se corta y se destripa el capurucho, y se le extraen las palmas que crecieron privadas de luz. Hasta Semana Santa, transcurren varios meses y durante ese intervalo de tiempo hay que conservar la palma que se cortó, mantenerla tierna y, a ser posible, mejorarla. Valga de ejemplo que la palma que ha resultado manchada, se somete a un baño con lejía. Una vez están inmaculadamente blancas, se introducen en una cámara: "la cambra", esto es, una habitación por la que se hace circular agua. Con ello se consigue una elevada humedad ambiente. Los fardos de palma se colocan de forma que quedan inmersos en ese ambiente húmedo.

Una vez que se han almacenado los fardos, se quema azufre dentro de la cámara, en una operación que se denomina "ensolfatar".

Finalmente se sella la cambra de forma hermética con objeto de que los vapores sulfurosos no se escapen y permanezcan de continuo en contacto con las palmas. Con esta operación se consiguen dos objetivos muy importantes: primero, que la palma no se seque y siga manteniéndose tierna y flexible, y segundo, que el color blanco deslavazado, casi albino, que la palma tiene cuando sale del capurucho vire a un hermoso tono dorado.

Si los vapores de azufre y la alta humedad se mantienen, y cualquier caso, la palma se conserva en buenas condiciones hasta un año.

Según se va a cercando la Semana Santa, el artesano comienza su trabajo.

Primero elige la que será la palma blanca normal, lisa y sin trabajar, y después la destinada a ser la palma blanca trabajada, la palma de artesanía, la que en términos profesionales se denomina "el Ramo". No confundir la terminología: "Rama" y "Ramaset" son términos parecidos, pero sin nada que ver con lo que nos ocupa. Que quede claro: El Ramo es la palma blanca rizada de artesanía. De ahí que el nombre del artesano que trenza o riza la palma sea "arrisaor". Aunque los mejores artistas del Ramo suelen ser mujeres, o sea, "arrisaores".

E trabajo de rizar la palma comienza eligiendo el tamaño que se desa para el ramo. Para ello se corta la palma por el "garrotet" (el eje o centro de la palma) a la altura deseada y se comienza a trabajar la "fulla" (lo que constituye propiamente la hoja de la palma). Con la fulla se trenzan y se trabajan figuras, que combinadas por el artista dan por resultado el Ramo terminado y listo para ser lucido en la procesión. Este producto final tiene formas y terminaciones inimaginables por su belleza y complejidad.

Con pleita se realizan figuras como el "Gatito", la "Maredeu", el "Cáliz", la "bombeta", el Señor y otras. Trenzando la fulla fileteada en diferentes anchos se crean "Cadenetes", "Margaritas", "Boles y Boletes", "Flors de palma", "Palma rallada", "Sellos", "Piñas", "Fradachos" y muchas más variedades.

Desde hace ya varios años, la comodidad está imponiendo las llamadas "Palmas de solapa", cuyo pequeño tamaño hacen posible que, prendidas en el ojal de la solapa, cumplan con la tradición de llevar palma blanca, pero sin la molestia de tener que soportar durante el recorrido procesional el peso de una, de quizás varios kilos. Son creaciones muy bellas, fruto del ingenio del artesano de la palma, pero lucen poco porque apenas se ven. Son un símbolo y como tal hay que contemplarlas.

Temo haber abusado del entrecomillado, pero mi deseo es que, además de detallar los pasos que sigue la palma desde antes de nacer hasta convertirse en Ramo, se conozcan también los detalles de todo este complejo y curioso mundo. Porque como en cualquier otro oficio, el artesano de la palma maneja una terminología peculiar que se puede considerar única. Si tenemos en cuenta que este es un oficio casi exclusivo nuestro, se podrá entender mi interés en que todo este lenguaje no solo deba mantenerse vivo. También enriquecerse y hasta mimarse. Ahí queda eso, para que no se olvide.

Francisco Orts Serrano
Médico Pediatra e Ilicitano Ausente