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Hem anat a fer herbetes
més allà del Molí Nou,
pujant serres i llometes
hasta que en tinguérem prou.
Las estrofas de la popular canción ilicitana suenan en la mente de muchas personas cuando recuerdan la tradición de ir a fer herbetes el día de la Ascensión. Vicente Sánchez Quiles es uno de tantos que guarda en forma de recuerdos entrañables capítulos relacionados con esta costumbre y cada año, en coincidencia con esta festividad, sigue acercándose a zonas como la del Pantano, permitiendo así que no se pierda la que se podría considerar como una de las tradiciones más enraizadas en la sociedad ilicitana.
Vicente Sánchez Quiles recuerda uno de aquellos jueves que relumbran más que el sol, como reza el dicho (Jueves Santo, Corpus Christi y Día de la Ascención). “Ahora se celebra el domingo siguiente, pero aún hay mucha gente, cada vez más, que lo sigue haciendo y celebrando los dos días, jueves y domingo”, asegura.
“A primeras horas, y siguiendo la costumbre de antaño, sin olvidar las imprescindibles tijeras de cortar o podar, salíamos un grupo de personas hacia el Aigüa Dolça i Salà, y els Voltes de Ferriol”, relata Vicente Sánchez Quiles. Entre las hierbas que se buscaba, se encontraban el tomillo, el rabo de gato (raboïgat), el tomillo, la hierbaluisa, la manzanilla, así como “el setge, el manrrubio, la olivardeta, aunque el rey ese día, para nosotros, era el cantueso”.
Sánchez Quiles explica que “se trata de una planta aromática que florece en primavera, a partir del mes de marzo, hasta junio y julio, y en El Taballà encontrábamos las primeras matas de este codiciado botín”. Un día como el que recuerda, “en La Nimeta seguíamos cortando romero, espliego, pinillo de oro, siguiendo así con la tradición, y hacíamos un alto en el camino para probar los rollitos de anís con el correspondiente trago de herbetes, y después, seguíamos cortando las ramitas de hierbas que nos salían al paso, para añadir al fardo que estábamos haciendo”.
Desde hace años, según apunta Sánchez Quiles, se puede observar que cada vez hay menos cantueso o cantahueso, como le gusta decir, al igual que a muchos ilicitanos. Dice que quizás sea debido a que muchas personas “tienen la mala costumbre de arrancar de tirón toda la mata, haciendo un daño irreparable”. Por otro lado, también habla del éxito del licor de cantueso, gracias a la iniciativa de una empresa dedicada a la fabricación de bebidas espirituosas, un éxito que según opina, quizás sea debido a la citada escasez. Esta empresa cuenta con una plantación de varias tahullas de esta valiosa y preciada hierba que “cuenta con la ventaja de ser muy digestiva y estimulante, y además, sirve para desinfectar y limpiar llagas y heridas, contra el reuma, los dolores articulares o simplemente para activar la circulación, por lo que cuando se está fatigado, es recomendable un buen baño de cantueso”. “Después de cortar unas ramitas de eucaliptus, -prosigue el relato- llegábamos al Merendero del Pantano, y allí nos hacíamos el nugolet y un tentempié-almuerzo, y siguiendo con la tradición, preparábamos la olleta o un cazo con agua, y al hervir, introducíamos las ramitas de cantueso, se colaba y ya estaba preparada para beber. Después, regresábamos al pueblo, como dice la canción”.
Venim de la cova del tio Cento "el Nap",
portem cantahueso, portem raboïgat,
portem mançanilla i herbeta la sang,
portem un fardatxo del centre el barranc.
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