Después
de un mes de ausencia de su habitual hornacina, María
Santísima de la Victoria, ya está de vuelta.
Muchos
eran los devotos de esta imagen que se preguntaban el
porque de su tardío regreso. Y por fin aquí
está el resultado, el cual, dicho sea de paso,
ha merecido realmente la pena.
La
Victoria luce, como en los últimos tiempos, guapísima
y realmente elegante, característica a la que
últimamente nos tienen acostumbrados sus camareras.
La
imagen luce como estrenos: La cintura, en terciopelo
granate; el manto, en tela de seda adamascada en el
mismo color; y la diadema, en orfebrería con
baño de oro, de dimensiones más reducidas
que la que lleva habitualmente y, sin duda, más
favorecedora.
Artículo
cedido por Manoly Pérez Cañizares