Eran
las 16.15 horas del domingo 24 de febrero. La Casa de
Hermandad de la Hermandad de la Magdalena se abría
para poder contemplar la imagen de María Santísima
de la Amargura antes de su traslado a Santa María
para realizar su Estación de Penitencia el próximo
Domingo de Ramos.
Allí
estaba ella, vestida de hebrea. ¡Qué guapa!
Una indumentaria que se había reservado hasta
este día, porque realmente, la ocasión
lo merecía.
Todos
mirábamos al cielo. Pequeñas gotitas que
ni se notaban caían y se temía lo peor.
Se temía que la Amargura no podría ir
por las calles como a todos nos gusta.
Finalmente,
y ante el arrecio de la lluvia, la imagen tuvo que ser
llevada a Santa María en un vehículo.
Pero igualmente valió la pena verla, ver sus
ojos y su rostro, ver esa corona de espinas que duele
en sus preciosas manos.
Fue
colocada en el altar que la Hermandad de la Magdalena
tiene en la Basílica de Santa María y
así, por primera vez, poder estar junto al Santísimo
Cristo de la Agonía y María Magdalena.